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¡Pero que esté Cristo!

Cuando cerramos los ojos, oramos a Cristo, imposible dejar a un lado el error en que vivimos, porque hallemos razones para darle gloria a Dios por el milagro del que nos hizo dignos. De abrir los ojos y ver y oír con los oídos. Con mis ojos veo hoy la miseria en que vivimos. En el límite de la locura internamente confundidos, externamente convencidos…

Le hicimos nuestro rey, nuestro intercesor , nuestro respiro. Le creímos una unción, le dimos razón de nuestras vidas, le otorgamos el pan de nuestros hijos; y también dijimos que la vida y la salud por él tuvimos.

Como aquel que le canta a Dios, le cantamos al despertar, a las 9 al medio día y a vespertino. Con el rostro empapado de llorar terminamos nuestros días orando por él, a él, a nuestro gran ungido. Y cuando según se enfermaba creímos ser la causa de sus dolores hasta llegar a la estupidez de ofrecerle a Dios por su salud a nuestros hijos. ¡que insensatos fuimos!

Adornamos nuestra sala con su imagen ; a decirle padre a nuestros hijos enseñamos. Todo acto asesino y criminal por el amor a el callamos y en las frases grandielocuentes que le dieron gloria consentimos, frases que le adoraban, que le daban triunfo. Y todos esos nuestros instantes verdaderos, nuestro avivamiento, nuestras oraciones, nuestra santa cena, nuestros bautismos se vieron empañados, se mancharon, se turbaron cuando el clamor de la gente por el ungido llegó al paroxismo. Creyendo hacernos gratos antes Dios nos envilecimos.

Si salvarse significa multitud, espectáculo, corrupción, negación de la verdad, ceguera voluntaria. Si ser hijo de Dios es solapar, aparecerar, ocultar , autodenigrarse sacrificando todo hasta nuestros hijos.

Entonces lo que teníamos era todo, pero no cristianismo.

Que suframos mil años en un desierto donde no hay espejismos de sentimentalismo, que acudamos al templo mas pobre y mas pequeño con una banca hecha de madera y de ladrillos. Que como antes volvamos a derramar nuestras almas con la cara rozando la tierra en el piso. Un lugar donde el altar no tenga dos alas, dos trompetas ni simbolismos de seudoungidos. Donde no haya lujos, donde no haya coros, donde no haya un apóstol, ni trompetas, ni vestales; donde no haya nada de aquello que esta iglesia como muchas otras concubinas considera triunfo. Que no haya intercesores, que no haya reyes ni cortes ni familias reales,

¡Pero que esté Cristo! 

Cambiemos esos fastuosos templos por la verdadera gloria divina, dejemos ese triunfalismo por la humildad del evangelio primitivo, transformemos esos gritos de fanatismo enardecido por aleluyas. Revaloremos el amor de Jesucristo. Su inmenso sacrificio. Redescubramos la cruz en el calvario, amemos mas, veamos de nuevo la dimensión de la Redención y que eso nos haga ser agradecidos. Realmente agradecidos.

Y cuando hagamos esto porque estemos decididos. Solo entonces convencidos, dejaremos de vagar como dicen los otros que es nuestro destino. Y contrario a sus profecías, agradando a Dios y satisfechos con nosotros mismos, estaremos regresando al Camino. Al verdadero Dios y a Jesucristo. Y todo lo errado. Y todo lo sin saber andado. Y toda aquella adoración que equivocamos. El que tiene mas amor que todos lo habrá ya perdonado y entonces seremos libres de verdad en el alma, en el corazón y pensamiento. Y libres de las cadenas de esta Iglesia, con dos o tres congregados, en una modesta casita o bajo un árbol. Tendrá mas compasión de nosotros el Señor, que si sobre mármol, sobre el templo mas grandioso le damos la gloria, la honra, toda potestad y alabanza, a un común, a un mortal, a un ídolo viviente… a un humano.

En esta iglesia ya no hay lugar para el verdadero Cristo.

Por eso. No importa si me dicen que estoy loco, si porque me reúno con gente sencilla a leer la Biblia y por adorar CON MI VIDA a un solo a Dios me llaman “puerco”. Si mis padres me niegan y muero para ellos. No me hace mella que mis excompañeros dirijan sus palabras más viles para tratar de humillarme. No importa nada de eso. Lo único que logran con ello es confirmar que escogí el camino correcto. Porque prefiero mil veces, estar en un lugar de paz, con completa paz conmigo con el Señor, sencillo, sin pretensión sin aparente ¨revelación¨ sin triunfalismo. Pero que esté Cristo. El verdadero Cristo.

  • jesus de kansas mo.
    17 agosto, 2008 at 0:11

    algunos predicaban a cristo por contienda otros por competecia
    pero que triste ver que el rencor sea la fuerza que mueva a ciertas personas a ablar de lo mas santo y limpio que es mi cristo

    que dificil es resistir al espiritu de dios el cual nos empuja a toda verdad y a toda justicia pero su orgullo o carnalidad esta deteniendo esa accion divina

  • Tiranetas
    8 septiembre, 2008 at 19:43

    No, no no.

    Chuchito de kansas mo.

    Parece que no has leído bien. Jamás hablaríamos nada en contra de Jesucristo el Hijo de Dios. Pero ahora que leo bien tu mensaje me percato de que dices “mi cristo”. MMMM Creo que no hablamos del mismo Jesucristo.

    Disculpa el malentendido.

  • Abner Garza
    21 enero, 2013 at 1:47

    Hoy volví a leer este post y cómo me identifico con lo que expresa su autor y cómo me hace recordar lo que viví cuando Jesucristo me hizo libre de las garras de esa secta.

    No cabe duda que ha sido por su Gracia y no por nada que hubiera yo hecho. Gloria a Dios.

    http://youtu.be/Se9F4MzoJlI

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