Por: Martín Lutero.
Hace unos días vino a vernos un matrimonio muy querido de nuestra familia. Ellos se han de haber convertido al luzmundanismo hace como unos treinta años y son abuelos de una enorme y prolífica familia.
Eran los primeros días del año, ellos llegaron a Guadalajara con motivo de asistir a la velada en la Hermosa Provincia. Los invitamos a comer y al terminar, en la sobremesa esperaron a que mi esposa y mis hijas se alejaran de la mesa, ella se fue a preparar el postre, y los niños a jugar un rato al jardín de la casa.
Muy quedo, el esposo (a quien llamaré Sergio por obvias razones) se dirigió hacia mí en una voz muy baja, susurrando mientras su esposa se acercaba hacia él para oír nuestra plática. Así, en voz baja me preguntó qué pensaba yo de la manifestación de “el hermano” Naasón. Me sorprendió pues apenas hacía unos días que habíamos estado al pendiente de los acontecimientos del 14 de diciembre.
Ellos vinieron a nosotros porque saben que mi familia ha dejado de asistir a las oraciones y piensan que a pesar de que no asistimos por buenas razones (nos respetan), de alguna forma seguimos creyendo y quisieron saber nuestro punto de vista.
Me dieron mucha tristeza. Visiblemente preocupados y desamparados me dijeron que no sintieron nada al ver a Naasón hablar a la iglesia esa madrugada del 14 de diciembre después de que el hermano Gilberto anunciara el nombre del nuevo “elegido” de Dios.
“No sentimos nada, primero vimos a Naasón con sus hermanos sentados atrás de las primeras sillas del coro esperando la manifestación de Dios, y cuando pasó adelante, muchos gritaron, es cierto, pero muchos nos quedamos sorprendidos. No es cierto que todos levantaron la mano de forma unánime. Ni tampoco es cierto que fue igual que como con el siervo de Dios el hermano Samuel”.
Y es que esa es la realidad, los que estuvimos ahí los sabemos perfectamente. Fue todo tan planeado y a la vez tan simplón, tan burdo, diría yo, tan barato; que no pudimos menos que pensar que la iglesia había sido burlada de una forma vil y descarada. Los hermanos que en ese momento estaban en mi mesa lo sentían y pensaban exactamente igual, pero no se animaban a expresármelo del todo.
También me dijeron que cuando Naasón salió del templo a hacer un recorrido por las calles de Hermosa Provincia, trataron de acercarse a él para intentar conseguir “sentir algo”, pero no resultó. Mientras algunos se apretujaban por saludarle, gritarle, ser oídos por él y muchos “caían en bendición”, ellos por más que lo intentaron no sintieron nada, absolutamente nada.
Así anduvieron tristes durante los días posteriores a la auto-proclamación de Naasón. Me comentaron que en su iglesia, la asistencia a las oraciones comenzó a bajar desde que regresaron de Guadalajara y que cada vez fue peor. Y que están sumamente preocupados por su salvación ya que, como les han enseñado; de no creer en Naasón, está en riesgo. Tuve que cambiar un poco el punto anterior en la charla, porque estaban a punto de llorar.
Entonces les hablé de la confianza en Jesucristo, del amor de Dios que se manifiesta por medio de Su Hijo y del plan divino. No hablamos de la falsedad del Samuel ni de Aarón, ni de la doctrina falsa predicada y sostenida por ambos. No por miedo a su rechazo, sino porque estoy convencido que poco a poco ellos irán entendiéndolo con la ayuda del Señor. Me dediqué con la ayuda de Dios a explicarles del inmenso amor de Dios, la realidad de cómo opera la salvación por medio del sacrificio de Cristo en sustitución de los pecadores arrepentidos y la confianza que siempre debemos poner en Dios quien es, a final de cuentas, quien nos otorga la salvación. Yo hacía oración en mi corazón mientras les compartía y ellos aceptaban porque había una Biblia de por medio. Los despedí solicitándoles poner todo en manos de Dios y confiar en su bondad y que pronto, seguramente si tienen fe, se ha de manifestar en sus vidas lo que Cristo quiere para cada uno de ellos, no para aceptar a Naasón, sino para alumbrar su entendimiento y entender que la salvación no depende ni de instituciones ni de “ungidos” especiales.
Ellos no son los únicos que no han creído que Dios haya elegido a Naasón y mucho menos que haya hablado con él para ponerlo al frente de la iglesia. Aunque Naasón lo niegue, y aunque lo nieguen sus ministros, efectivamente, son miles. Pero no todos lo expresan. De hecho, muchos de nuestros amigos en la iglesia nos han compartido a mi esposa y a mí sus dudas, sus inconformidades y la falta de “sentir” cuando lo ven.

En los templos, inclusive en Hermosa Provincia, exactamente como el día 14 de diciembre, la gran mayoría gritan, levantan la mano y algunos lloran, pero son muchos los que se mantienen impávidos, serios, no glorifican cuando se habla de Naasón y todo lo que heredó de su padre. Definitivamente no son pocos. Muchos a pesar de que sean criticados se animan a mostrar, por lo menos así, su rechazo al vil engaño del que han sido objeto. Así fue el día 14. Se requiere ser ciego para no haberlo visto. Y no sólo entre la iglesia, aún en el cuerpo ministerial hubo muchos que levantaron la mano cuando Naasón preguntó – ¿Creen en mi elección?, pero sus rostros se veían fríos, inexpresivos y hasta molestos.
Y ya de parte de Dios han sido los exabruptos de Naasón en sus relatos fantásticos: una Eva preocupada por los negocios de la familia y un hijo apóstol que le dice “no te preocupes madre, la casa de Samuel Joaquín está segura”. Las absurdas incongruencias en el mítico relato de su plática con Dios, o con Cristo (eso nunca queda claro), y pensar que pudo haberse confundido la voz aguda de alguno de sus hermanos con una voz celestial como la de Dios. De hecho, dijo que llegó a creer que le jugaban una broma de mal gusto mientras su padre estaba tendido.
Todo fue claro y triste para quien usa el corazón y el entendimiento. Naasón se auto proclamó con ayuda el grupo de incondicionales. Si a eso le sumamos la mente fanática y supersticiosa de una iglesia ignorante y hoy fanatizada por una familia. Precisamente me dijeron los hermanos: ¿Cómo es posible que de la misma familia? ¡Si eso no es bíblico! ¿Quién dijo que el apostolado se da en el mismo apellido?
Reconocimos la falsedad de las manifestaciones, las visiones y los sueños. No hablamos de Samuel, pero sí concluimos el apostolado espurio, apócrifo de Naasón. Muy tristes se preguntaban a dónde ir, qué hacer y sobre todo ¿qué será de sus almas?
Son muchos los que en estos precisos momentos se preguntan lo mismo. Antes de dormir y al amanecer, al entrar en el templo y al salir. Levantan la mano cuando se habla de serle fiel a Naasón para que no vean que no creen. Dice “amén” cuando se glorifica su figura, se alaba su “elección” o “llamamiento”, pero no sienten nada, no “arde” nada en su corazón y al mismo tiempo se sienten burlados, entristecidos, indignados, decepcionados y peor, obligados moralmente a permanecer ahí. Otros son mas valientes y no levantan las manos, ni glorifican. Se mantienen estáticos.
Tantas horas de oír sobre el culto a los ungidos les han hecho creer que no hay a dónde ir. Y que si no creen deben pedirle a Dios que haga “la obra en su corazón”. Algunos se desgastan en lágrimas pidiendo lo que no llegará, “el sentir”, y la respuesta a sus preguntas es sencilla: no hay nada que sentir.

Es muy triste lo que pasa en esos corazones. Ya no quieren seguir así. Muchos ya sabían en sus corazones que las cosas no estaban bien desde que Samuel permitiera la adoración a su persona, entendían que había muchas doctrinas que no coincidían con el cristianismo verdadero que alguna vez compraron, pero estaban esperanzados que quizá, el milagro de ver, cómo Dios verdaderamente se manifestaría en algún otro que no fuera Joaquín y que pudiera de alguna manera componer la decadencia de la iglesia. Pero, desgraciadamente no fue así.
Algunos ya han tomado la decisión de salir de la iglesia, gracias sean dadas a Dios. Otros, no pueden. Tienen tanta familia que perder que no se animan a expresar su verdadero sentir. Otros, influenciados por el miedo irracional que han cultivado en sus corazones, temen buscar una congregación cristiana porque creen que arriesgan la salvación de su alma. ¡Qué lamentable para unos y otros!
Yo, aprovechando este espacio, quiero pedir a todos nuestros lectores de cualquier iglesia cristiana a la que asistan. Que tomen unos minutos de su tiempo para orar, e interceder, de todo corazón a Dios en el nombre de Jesucristo por los hermanos de La Luz del Mundo.
Es una iglesia en la que Dios también se manifiesta. No tanto como lo creen ni exactamente como lo creen, pero en ella, indudablemente hay miles de almas sinceras que verdaderamente creen en Dios y consideran estar haciendo lo correcto. Máxime, que existen miles, sí, miles que dudan de lo que hacen porque conocen la Palabra, conocen la Escritura y hay Espíritu Santo contristado en sus corazones.
Tomemos un tiempo para pedir por ellos, con todo el corazón. Que el Señor abra sus prisiones, que toque sus corazones, que les haga sentir su propósito para ellos, que disipe sus dudas, que mediante Su Espíritu comprendan que hay un mundo espiritual más hermoso de lo que han conocido. Que abra sus ojos, que los traiga de las tinieblas a Su luz admirable. Que conforte sus corazones que les de esperanza, consuelo, paciencia, valor, ¡fe!
Hermano de La Luz del Mundo. No creas que adivino lo que sientes porque te ves reflejado en mis palabras. No supongo nada. Yo estaba ahí contigo, haciendo exactamente lo mismo, creyendo igual y alabando a lo que por naturaleza no es Dios. Pero gracias sean dadas a Dios que me salvó por su gracia a mí y a mi familia. Fue difícil sí, pero si antes le amaba ahora le amo más, cuando he comprendido el poder de su Gracia, su obra redentora y de qué forma Él se manifiesta cada día en nosotros.
Cierra tus ojos hermano de La Luz del Mundo. No desaproveches el momento que estás pasando, no permitas que en la inercia el tiempo se extienda y pierdas esa luz que hoy te ilumina. No importa que te digan cizaña, o que te digan que estás condenado por no creer, o que eres un maldito o maldita por no aceptar a un falso apóstol. Sé de aquellos benditos de Dios que han probado a los que se dicen ser apóstoles y no lo son. Pídele valor, fortaleza al que todo lo puede… ¡Confía!
Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos – Apocalipsis 2:2
El Señor no abrió tus ojos sólo porque sí. Eso que puedes entender es una muestra de un inmensa Gracia. Por eso dice la Escritura “Si hoy oyeres su voz, no endurezcáis vuestro corazón” ¿Has oído su voz? ¿Sientes que lo que está pasando es de Dios?
Estoy seguro, que miles que nos leen que tienen un genuino amor cristiano, y que forman parte de la verdadera iglesia esparcida por el mundo, desde hoy orarán junto con nosotros por todos ustedes. No importa que no sean de su familia como muchos de nosotros lo somos, no importa que no los tengan como amigos, ¿sabes porqué?, orarán por ti porque aman las almas. Y no hay nada más triste que saber que están presas en lugares donde son obligadas a servir y adorar lo que no es Dios.
Sepan queridos hermanos, que su petición a Dios estará acompañada por todos los que les amamos en nuestro Señor Jesucristo.
Dios nos ayude a todos.
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas
Mateo 11:28-29