Por: Martín Lutero
Cuando se levantare en medio de ti profeta, o soñador de sueños, y te anunciare señal o prodigios, y si se cumpliere la señal o prodigio que él te anunció, diciendo: Vamos en pos de dioses ajenos, que no conociste, y sirvámosles; no darás oído a las palabras de tal profeta, ni al tal soñador de sueños; porque Jehová vuestro Dios os está probando, para saber si amáis a Jehová vuestro Dios con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma. – Deuteronomio 13
Y la historia se repite. Sólo que en esta ocasión de forma exponencial en un tiempo récord.
Es cierto, la pasada fiesta del 14 de diciembre de La luz del mundo (LLDM) no deja de ser admirable. Las calles de Hermosa Provincia se llenaron de miles de naasonsitas (antes sajofitas), para celebrar un año del “ministerio apostólico” de Naasón Joaquín García, su máximo líder. El templo sede y las calles aledañas estaban atascadas de su nombre, su escudo, sus imágenes, sus frases cébrebres. Se realizó un “magno” concierto con la participación de los mejores “artistas” de la farándula luzmundana para anunciar los “portentos” y las “maravillas” del apostolado de la que han denominado pomposamente “La Nueva Era”.

Berea Internacional, (la entidad publicitaria oficial) impresionó con un muy completo kit de souvenirs y baratijas a la venta para la conmemoración de tan especial fecha, además de toda una serie de transmisiones especiales, felicitaciones en video, publicaciones pagadas en los principales diarios, etc. Para culminar en la noche con un fastuoso espectáculo de juegos pirotécnicos. Todo, absolutamente todo, en honor de Naasón Joaquín. La figura “divina” con más alta jerarquía en LLDM.

No está de más mencionar que, jamás en la historia del luzmundanismo se habían producido tantas composiciones musicales antropolátricas como en este mes, y me atrevo a pensar que, inclusive, en ninguna otra congregación religiosa idolátrica del mundo se ha dado algo similar, incluyendo, por supuesto a la iglesia católica que tanto odia LLDM.
La guadalupana debe estar muriéndose de envidia.
Pero lo admirable y lo impresionante de lo que acabamos de comentar en breves renglones, no radica en absoluto en la espiritualidad ni en la fuerza redentora y salvadora del espíritu cristiano. Sino más bien en aspectos completamente diferentes a los que cualquier luzmundano moderno pudiera entender al leer de primera vista las palabras “admirable” e “impresionante”.
Lo admirable del reciente naasonsismo
Hace un año exactamente, los que pudimos vivir de cerca el drama vivido en la Hermosa Provincia, nos percatamos de la lamentable decadencia hacia la que despuntaba todo aquello que consideramos por un tiempo, santo, limpio y verdadero. Y esque, ¿qué fuerza poderosa inducía a la iglesia hacia la angustia y la desolación, cuando se suponía que ella, “sabia y entendida” conocía los propósitos divinos y sabía, que estos planes no se limitan ni se sujetan, o dependen de la vida de un hombre, por muy exitoso o querido que hubiera podido ser?.

Claro está que al mismo tiempo que esto sucedía, en lo secreto, la familia real planeaba hacer surgir en el momento adecuado al nuevo líder de la dinastía apostólica. Tanta angustia y desolación era provocada. Inducida para conducir al éxtasis de la sorpresa. Para pasar de la muerte a la vida y de la desesperanza a la sensación de seguridad.

Crecimiento exponencial de la decadencia
¡Cuánta decadencia se vivió en la colonia “de hijos de Dios”, la ciudad del “gran rey” y el “gozo de toda la tierra”!
Tanta angustia y desolación sólo significaba una cosa: un hombre era la razón de sus vidas, de su fe y de su esperanza. Sí, un hombre, un vil hombre, sólo un puñado de polvo. La certeza de que sin hombre de Dios ni Dios vale. El omnipotente entonces se volvía impotente e incapaz. Títere y pelele de un microbio de Su Creación.
El dios de la luz del mundo claro.
Aquella noche, mientras el ídolo inerte descansaba dentrás de gruesas cortinas negras, el hijo oportunista, sus hermanos y la reina madre daban los toques finales a la trama vulgar del siguiente acto de la decadente opereta: el rey ha muerto… ¡viva el rey!
La iglesia afuera, expectante, aún con las lágrimas y el dolor de la desgracia en sus rostros. Mientras el más servil de los pastores la invitaba a pedir “manifestarse” a Dios. Para así poder “dar el nombre” de quién Dios “habría de elegir”. Por su parte, los medios de comunicación, acostumbrados a los serios análisis del cambio del poder en ámbitos aún de más envergadura, podían de antemano fácilmente deducir ya el nombre del sucesor.

Los sueños
La caseta pastoral recibía sobres y hojas donde los hermanos volcaban por escrito sus sueños, las manifestaciones experimentadas, y sus visiones sobre el nuevo apóstol. No todos apuntaban al mismo. Pero es seguro que eso nunca se publicará. Los sueños, cual voto cardenalicio fueron tomando la supremacía en aquel buzón para el humo blanco.
Apenas unas horas antes, los hermanos en las calles atestadas se inclinaban ante el sol para cantarle, creyendo que en él estaba el espíritu de Samuel. Otros veían águilas en los cuatro puntos cardinales. En los ojos adoloridos de los fieles las nubes tomaban forma de ángeles, veían rayos de luz que iluminaban la Casa Grande y una extraña criatura alada circulaba en los celulares sajofitas. Todas -decían- eran señales de que quien estaba postrado en el templo de la Hermosa Provincia, en vida había sido un verdadero siervo de Dios.
“Yo tuve un sueño”, “Yo soñé que veía…”, “Vi una luz”, “Tuve una visión”..
Y entonces la iglesia caminó a pasos agigantados en su espiritualidad hacia todo lo que antes repudiaba y hacia todo aquello que antes había sido objeto de sus burlas y menosprecio: la insensatez de la idolatría. Apariciones de Samuel ya muerto, su sonrisa en el cielo, su figura en las nubes, el sol parpadeando… muestras todas del delirio colectivo.
Mientras tanto, los manipuladores pastores observaban a la grey. Dejándola arrastrarse en la inmundicia de una ignorancia provocada, inducida, para posteriormente entregar sus conciencias cautivas al nuevo rey. Y los pocos ministros conscientes, se veían a sí mismos impotentes para hacer un llamado a la cordura.
La iglesia, otrora baluarte proclamadora de verdad, de un culto racional, se tiraba en las calles como cualquier seguidor de Baal a punto de sangrarse para obtener respuesta. Aquella madrugada, los cientos de miles esperaban provocar al dios para encender la hoguera y los fraudulentos pastores cual profetas arrimaban los leños para el sacrificio. Mientras tanto, ante las iglesias cristianas que observaban, aquella mujer “restaurada” se volvía de una escasa verdad al total oscurantismo.
Pero en esta ocasión el dios contestó…
De ese altar de sacrificio empapado de agua surgió una doctrina aún más adulterada, que proclamó a los pocos meses que la Biblia sólo era letra muerta, histórica, editable y absolutamente referencial. Una doctrina que comenzó a descarar las prácticas que tanto tiempo se consideraron herejes en el seno de las iglesias latinas más conservadoras.
En ese mismo altar, surgió un nuevo dios apoyado por una nueva religión proclamada como Nueva Era, donde el nuevo dios en poco tiempo se volvió indestructible, más poderoso, más digno de adoración, honra y alabanza.
Impresionante
Pocos minutos antes de proclamarse y anunciarse como apóstol, Naasón temblaba. Sus manos sudaban. ¿Le creerían la vulgar mentira? ¿Habría en ese bajo porcentaje considerado entre los ministros de renombre alguien que se le enfrentara y le llamara mentiroso? Posiblemente. Todo era posible y eso, no le permitía estar sereno. La reina madre aún tuvo la desveguenza de hacer una torpe pregunta, que después el hijo una vez hecho “rey” repetiría de la misma manera. Al fin que en la iglesia aunque se tengan ojos no se ve, y aunque se tengan oídos no se oye.

Lo demás ya lo sabemos.
Admirable
Admirable que aquellos cientos de miles que se presentan como “columnas de la verdad” se tragaran una burda mentira de forma completamente conciente y sobre todo, voluntaria. Impresionante que en pocos años se hayan sumido en la más lamentable de las bajezas humanas: adorar a lo que por naturaleza no es Dios.
Increíble es que habiendo conocido a Dios, por lo menos de manera superflua, teniendo en sus manos una Biblia, y de alguna manera habiendo sido partícipes de cualquiera de las manifestaciones de Su Espíritu, hubieran permitido que se siguiera perdiendo a pasos agigantados todo aquello que conocieron como doctrina. Las verdades más elementales del evangelio cristiano.

Sí, Naasón puede estar lleno de megalómanos proyectos. Puede cambiar toda la imagen urbana de la sede, inclusive, dada la fuerza de la fe ejercida en él y el creciente culto a su persona, podría convocar a construir un templo más grande y ostentoso. Su aparato publicitario puede como de costumbre, seguir inflando las cifras de manera exponencial y anunciar miles de bautismos en las más famosas plazas públicas de varios países, producto todo ello de una intensa campaña de naasonsilación (que NO evangelización). Pero, el precio a pagar es el total cambio de doctrina, la negación y nulificación de la inspiración divina en la Biblia, empujando en caída libre a su iglesia a la decadencia total construyendo en el menor tiempo posible otra iglesia romana, donde él es la virgen, la trinidad y todos los santos al mismo tiempo.
Y al mismo tiempo enviando al olvido la figura, el amor, la fe, el recuerdo de su padre quien le heredara el “apostolado”. Un ídolo que no admite competencia.
Al final de todo, así, en un sólo párrafo resumimos el año de trabajo “apostólico” de Naasón. Y en una sola palabra:
DECADENCIA
Sin embargo, seguramente Dios tiene entre esos cientos de miles, “siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron.” Cuyos corazones anhelan esas reuniones espirituales donde era “precioso adorar a Jesucristo y meditar en la palabra del Señor”.
Si tú eres de esos siete mil, seguramente ya habrás sentido cómo el Espíritu de Dios vuelve a decirte como lo hizo ya hace miles de años:
Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso. – 2 Corintios 6:17