La Iglesia Evangélica Cristiana Espiritual (IECE) es la misma iglesia evangélica que Don Eusebio Joaquín González conoció a finales de 1925. Y también, es la misma iglesia cristiana pentecostal donde Eusebio fue bautizado por Silas, uno de los famosos “profetas” de esa congregación en San Pedro de las Colonias. La historia oficial de la Luz del Mundo, en el libro “Vida y Obra de Apóstol Aarón Joaquín” relata que, cuando Eusebio le preguntó al hermano Francisco Borrego sobre el origen y razón social de la organización religiosa, la respuesta fue… “Iglesia Cristiana Espiritual (IECE)”.
En el pentecostalismo de aquellos tiempos, era costumbre cambiarse el nombre “pagano” por uno bíblico al bautizarse. De hecho, el verdadero nombre de Saulo y Silas (los famosos seudoprofetas que conociera Eusebio en su nueva fe) eran Antonio Muñoz y Francisco Flores respectivamente. Uno de ellos le bautizó y, no es de sorprender que conforme a esta costumbre Silas pronunció al bautizarlo “Ya no te llamarás Eusebio, sino que Aarón será tu nombre”. Las dos iglesias unicitarias más importantes de México, IECE e Iglesia Apostólica de la fe en Cristo Jesús (IAFCJ) dan testimonio de ello. La IECE registra este hecho en 1924. Más importante aún es que, según la creencia de los dones como la glossolalia, Aarón “recibió” la “promesa” del Espíritu Santo en la misma IECE (la misma historia oficial del luzmundanismo lo expone). Y no sólo ello, muchas de las prácticas que años más tarde se expondrían a los nuevos fieles del aaronismo en los primeros años como “doctrinas reveladas por Dios” a Aarón, ya se practicaban dentro de la IECE como son las siguientes:
La lista no termina, pero son suficientes pruebas.
Y así, muchas prácticas hoy tan particulares del luzmundanismo tuvieron su origen en la (llamada por algunos) “ignota” y “tímida” congregación cuyo nombre aparecía en los primeros himnarios de la Luz del Mundo en una leyenda escrita en un listón que rodeaba una columna y en su otro extremo era la base de un globo terráqueo que decía: RESTAURACIÓN DE LA PRIMITIVA IGLESIA CRISTIANA ESPIRITUAL.
Puede que la IECE no tenga la proyección internacional con la que actualmente cuenta la Luz del Mundo, ni tener sus 180 mil y pico creyentes en México o, inclusive puede que no infle sus estadísticas para impresionar. Pero en el marco histórico del samuelismo moderno, la IECE tiene una importancia vital indiscutible, que no puede borrar, ni negar ni ocultar.
En Samuel, está Saulo, está Silas, ahí, con sus barbas largas, liderando un grande pueblo donde el ungido lo es todo, incuestionable, ungido, únicos receptáculos de la Gracia. En sus palabras, en su soberbia, en su orgullo. En cada himno y en la vergonzosa idolatría que se le profesa, el espíritu de Saulo y Silas permanece a través del tiempo. Es, sin ninguna duda su herencia.
En cada calle de Hermosa Provincia está el sueño de los “profetas” llevado a la realidad, en cada casa, en casa familia, en el inmenso templo. En la unidad de los colonos, en la gloria de la subcultura religiosa, en cada centímetro están las palabras, las enseñanzas, el vivo ejemplo, las doctrinas de Saulo, de Silas. En cada culto, en los velos, en el vestir de las mujeres, en el legalismo femenino están las enseñanzas férreas de los famosos profetas.
En las habitaciones de las vestales, en la secrecía de los pasadizos de las casas reales, en los rostros sombríos de las víctimas están vertidas las doctrinas y prácticas de los profetas falsos que fueron maestros de Eusebio (luego Aarón) Joaquín.
¿Qué contestaría un sajoflorita al preguntarle si Dios escogió a la IECE como instrumento divino para que ahí Eusebio abriera los ojos a la fe? o ¿qué aprendió Eusebio de aquellos que consideró sus maestros y siguió como discípulo durante tanto tiempo? Sería interesante conocer su respuesta.
Por otro lado, con toda seguridad, La Luz del Mundo sería otra muy distinta si la hermana Elisa hubiera conocido en el mercado a los mormones, o a los Testigos de Jehová. Algunos samuelistas alegarán que no copiaron nada de la IECE, sino que Eusebio lo leyó directamente de la Biblia. Sin embargo, Eusebio no conoció el evangelio por sí sólo, fue el ministro Francisco Borrego (a quien Eusebio reconocía como “padre en la fe”) quien lo evangelizó y fue su amigo hasta que éste verificó que Eusebio se había convertido en el líder de una secta “a la que habría que combatir”.
Los sajofloristas actuales, insisten en medir el verdadero cristianismo por sus bienes materiales, por los números, por el reconocimiento del mundo. Esto -según su fe-, es la muestra palpable de la divinidad de la causa. Aunque sea claro que el cristianismo se mide por otros aspectos, incomprensibles para quien está cegado con un nacionalismo religioso, fanático, inclusive con tintes de catolicismo.
En Hermosa Provincia (y también en san Pedro Toltepec, inclusive en el barrio de la sede de la Iglesia de Jesucristo) deberían haber sendos monumentos a los padres del luzmundanismo, José Stewart, Francisco Borrego, a Saulo, a Silas y a la misma IECE. Sin los cuales, con toda seguridad ni Samuel Joaquín ni su Luz del Mundo serían lo que son hoy.
¡Al que honra, honra! ¿No hermanos samuelistas?
¿Escogió Dios a la Iglesia Cristiana Espiritual (IECE) de entre todas las iglesias evangélicas existentes en México en 1925 para que ahí se gestara el fundador de su nueva iglesia restaurada? ¿Cómo se"/>