Herem, es el nombre con el que Samuel Joaquín bautizara al grupo de ministros que se distinguen por servirle incondicionalmente. Esta incondicionalidad es tomada por la jerarquía Samuelista como un “privilegio divino” que se hereda aún a los hijos.
Uno de ellos, nos da su testimonio sobre las razones para abandonar la secta. En él expone el paralelismo entre sus razones y las razones que movieron a Eusebio Joaquín (fundador de La Luz del Mundo, más conocido como Aarón) para abandonar la Iglesia Católica, la Iglesia Cristiana Espiritual y el Ejército Mexicano.
De la misma forma, explica las justificaciones que le asisten para contender por su nueva forma de entender la fe cristiana en contraposición a la practicada durante toda su vida.
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Nací y crecí en el seno de una iglesia que consideré durante toda mi vida cristiana, exactamente como le pasó a Eusebio Joaquín, aunque en mi caso no pasé a una segunda oportunidad religiosa como él.
Al igual que él, educado por mis padres, heredé la religión familiar y la formación religiosa que ellos aprendieron de los suyos y que consideraban única y verdadera. Pero llegó un momento en la vida que Dios se manifestó en mi de una forma determinante. También hubo alguien que, usado por Dios, me enseñó a leer la Biblia y comencé por Gracia a abrir los ojos.
Durante muchos años creí que Samuel Joaquín era apóstol de Dios. Tal como Eusebio creyó y practicó la religión católica y tuvo fe y devoción en María en quien puso su fe y confianza hasta que alguien dió luz a sus ojos espirituales.
Así como Eusebio le cantó a María, se inclinó a las imágenes como buen católico, yo le canté a Samuel y me incliné a lo que supuse que era. Le llamé rey, le creí intercesor, lo acepté como MI salvador, permitiendo que los ministros le edificaran en mi corazón un altar. Esculpido por sus explicaciones y sus arengas tan aparentemente llenas de fe y fundamentos bíblicos. Pero tal como lo dice Tiranetas en uno de sus comentarios dentro del blog (claros y directos) siempre hubo grietas que me hacían dudar de todo. Pero de la misma manera en que se aferra el católico a sus doctrinas y fe, y como seguramente Eusebio se aferró o su esposa Elisa Flores, así me aferraba a no perder mi fe heredada y mucho menos a perder ese sentido de superioridad religiosa.
Un día, cuando Dios dispuso que ya no continuara más en la Luz del Mundo, al igual que a Eusebio, tocaron a mi puerta. Abrí la puerta y entendí todo, estaba en un error. Cuando la luz llegó a mis ojos pude darme cuenta de cuán equivocado estaba. La luz de la Biblia, varios artículos de este blog, varios comentarios de otras páginas, pero sobre todo el amor de Dios permitieron que comprendiera de una vez por todas que no le estaba agradando a Él sino todo lo contrario.
Cuando leo las palabras de otros pareciera que me estoy leyendo, por eso creo que no hace falta escribir todo mi testimonio. La semana pasada leí, que a todo miembro de cualquier secta que se separa, siempre se pensará que la información que da sobre esa misma secta, es producto de resentimiento, envidia y cosas por el estilo, como algunos por ahí anteriormente han expresado. No me pesa como algunos creen. Es un riesgo que hay que correr. Hasta este momento de la charla creo que nos pondríamos en el mismo nivel (guardando las consabidas distancias claro está) hasta de hombres de Dios como Pablo, que salió del judaísmo. O de otros reformadores iniciadores de iglesias, nuevas religiones o sectas como José Smith, Lutero, Calvino o el mismo Eusebio Joaquín que salió del Catolicismo.
¿Pero quién de verdad es movido por Dios para salirse de algún otro movimiento?
La Biblia es el pensamiento de Dios. Ella tiene la respuesta a nuestras preguntas. Y sus respuestas no estriban en números o milagros, sino en la fidelidad a sus enseñanzas provenientes de Dios y al estricto apego a los mandamientos divinos para el acercamiento a Dios y la obtención de la salvación.
Cuando me di cuenta que tal como lo dice el artículo “Honra o Adoración” que Satanás, veladamente manipulaba nuestros corazones para adorar a un hombre como Cristo. Para creer que debía tener otro Salvador aparte de Jesús y que él era mi perdonador y mi pastor, la Palabra me confrontó y tal como seguramente se sintió Eusebio cuando se le dio la orden de fusilar a un soldado en el ejército y se escondió (porque sabía que había un mandamiento divino que decía “no matarás”), yo también comencé por esconderme. Evité entonces los saludos a donde mi padre me enviaba, a llevar las viandas que me mandaba llevar a la casa grande, a cantarle esos himnos donde le decíamos rey, salvador o aliento de nuestras vidas. Porque caí en la comprensión de que eso era idolatría.
Quienes defienden la doctrina de LDM creen lo contrario y lo respeto. Ellos tienen sus argumentos que desconocemos y yo tengo los míos que alguien ya expuso claramente en el artículo que te menciono.
“Sí hermanos, yo voy a pedir por ustedes, sí hermanos, el Señor me ha escogido para darles perdón, así es amén, Dios me ha ungido con su Elección; sí, tomaré este lugar que solo le corresponde a Dios. Yo los perdono en el Nombre de Cristo, yo rogaré a Dios por vosotros”
Asqueado un día de todo esto y cansado de preguntarme si nadie más veía esta locura herética blasfema a la que habíamos llegado, pude darme cuenta de que Dios ya no quería que estuviera más dentro de la iglesia LDM.
Hijo de incondicionales ¡que me pueden contar de la realidad tras las bambalinas! De como se entrenan para pedir las ofrendas, de las estrategias para lograr abundantes cooperaciones. De la vida de la corte real y de la vida licenciosa de muchos miembros famosos y de confianza del cuerpo ministerial. Esos son nuestros maestros, esos son los frutos de quien creí era un verdadero Siervo del Señor.
Pero no es cosa de creer o no creer. De que si para ti lo es para mi no lo es y ya. Teniendo eso como base de una fe ¿qué caso tendría contender por Cristo, anunciarle, predicarle por el mundo y salvar las almas para darles la oportunidad de obtener una salvación? Si toda fe partiera de la consigna de “así lo creo y punto”.
Millones de cristianos hay en el mundo, que no necesitaron de Aarón (Eusebio) y de Samuel para no adorar a un ídolo hecho de manos. La Biblia se basta sola para todo, no se necesita ser samuelista ni aaronista para entenderlo.
Los argumentos de quienes aquí entran para defender su iglesia y para demostrar que se honra a Samuel como se honraría a una madre son tan endebles como antibíblicos. Se le puede honrar a la madre, pero si la honro dentro de un culto eso se llama ADORACIÓN. Puedo honrar y alabar a mi padre pero si en esa honra le llamo Salvador y lo pongo en lugar de Cristo o de Dios ,eso se llama IDOLATRIA. No es cuestión si lo creo o no. La biblia es clara en ese aspecto y no hay forma de encontrar en esto varias interpretaciones.
Y sí. Sentí a Dios en las reuniones de la iglesia y vi el poder de Dios manifestado en mi corazón incontables veces. Nada que no se sienta en otra iglesia si abres tu corazón a Dios. He llorado, he sentido a Dios, he visto sus manifestaciones también ahora donde me reúno y más aún, porque no hay cantos dentro del culto a ningún hombre o mujer y reconocemos únicamente a Jesucristo como el TODO para todos y en todos. Jesucristo aquí no rivaliza en el corazón de nadie con nadie, no tenemos dos salvadores ni dos intercesores. Puedes creerlo o no. Es respetable.
Sentí cuando asistí a las “Bienvenidas” los 9 de agosto, me emocioné hasta las lágrimas cuando las banderas, la multitud, y cuando escuchaba “La Fiesta más Grande”. Nada que no haya sentido cuando vi la inauguración de las olimpiadas de Beijing o la escena de Frodo y Sam al llegar al Monte Destino en el Señor de los Anillos. Pero sí me obligué a sentir cuando veía a Samuel, cuando lo saludaba y que fueron tantas veces que miles de ustedes envidiarían.
Eusebio creyó que había en la tierra enviados de Dios y que recibían revelaciones divinas. Creyó en la Elección de Saulo y Silas. Seguramente lloró cuando creyó en ellos y confió plenamente en sus consejos de tal forma que les entregó no solo su fé sino también su vida y la de su esposa, quien compartió con él todas las viscisitudes que él mismo decidiera vivir.
Yo también como Eusebio creí en un “enviado de Dios”. También le canté, le di parte de mi vida, le dediqué mis triunfos y tal como él experimentó, también recibí el espíritu santo en una iglesia que creí de Dios. Aprendí a orar, adoré a Dios y sentí la presencia de Dios como Aarón, en una iglesia que después entendí no era de Dios y de la cual, debía salir.
Creí en él como creyó él mismo que Saulo y Silas eran profetas y ungidos de Dios. También me obligué a llorar para fingir que me daba “bendición” delante de mi padre o sus compañeros que me veían. ¡Que vergüenza siento hoy de todo eso!
Conozco los argumentos y fundamentos para ser samuelista, para defender la Elección, para predicar una iglesia mexicana única y verdadera. Pero también conozco la Biblia, conozco a Dios y entiendo cuál es su propósito para mi. No pude continuar fingiendo por conveniencias ni aparentando sentir cuando comprendí que eso no solo me alejaba de Dios sino que me hacía su enemigo. Porque si algo Dios aborrece, es la idolatría. Dios no compite con ídolos. Es un Dios celoso.
Los defensores de LDM me dicen que yo perdí la fe. Yo entiendo que NUNCA la tuve y creo que lo que tienen ellos no es fe de Dios. Ellos creen que tener fe es creer en Samuel, yo creo que esa fe es como la fe católica; idólatra. No vierto las bases de mi fe para cambiarlos a ustedes defensores de LDM, no trato de convencerlos. No quiso Eusebio cambiar a los millones de de fieles de la iglesia de la que salió, sino que expuso lo que entendía como verdad para rescatar a los que , según él, se encontraban en un error. En este aspecto me identifico con él.
Cuando has comprendido que la iglesia donde estás NO ES DE DIOS pues tal como hizo Eusebio, hay que dejarla. Cuando comprendes que algunas acciones que tienes que hacer son transgresiones flagrantes a los mandamientos divinos (como la de fusilar un soldado) entonces debes abandonar esa institución donde estás, aunque te tomen como DESERTOR o apóstata.
No es mi intención ofenderlos. Se que cientos en la iglesia sienten lo que sentí y no saben cómo escapar. Pero me han dado la oportunidad de dar parte de mi testimonio y decirles cómo respeto las razones que obligaron a Eusebio a dejar el catolicismo, como quiero que respeten las mías para dejar el luzmundanismo.
La pequeña gran diferencia entre Eusebio y los que hemos salido de una secta como Luz del Mundo, es que no estamos interesados en formar una nueva religión donde seamos objetos de culto, generando una empresa donde se asegure el porvenir de nuestra descendencia. Ahora; tal como lo hizo Eusebio en su comprensión, debo anunciar las verdades de Aquel que me sacó de las tinieblas a su Luz admirable.
Dios les de entendiento.
Sinceramente
Nathán Adonirán
México DF